La educación es un proceso fundamental en la vida de cualquier persona, y su objetivo es ayudar a las personas a desarrollar sus habilidades y conocimientos.
La misión de cualquier educador dentro de su vida profesional es maximizar las capacidades de nuestros estudiantes y ayudarles a ser mejores personas. Con respecto a esto, los maestros o, dicho de otra manera, los mentores, tenemos una misión vital en la que debemos de perfeccionar e incentivar al aprendiz a que su libertad comience desde dentro de su conciencia. Sin embargo, para educar en libertad de pensamiento, las primeras personas que han de ser plenamente libres o acercarse a esa libertad han de ser los propios educadores, pero, ¿cómo educamos de las generaciones futuras en libertad de pensamiento?
En primer lugar, no existe una regla, norma o teoría en la que tengamos que leer unas instrucciones y seguirlas al pie de la letra. Tampoco existe un nivel definitivo en el que se llegue a ser plenamente libre, ni siquiera en la forma de pensar, aunque podríamos llegar a acercarnos en ella. Si nos guiáramos por una serie de directrices, llegaríamos a la conclusión de que no existe una fórmula definitiva, aunque sí algunas claves.
Educar es perfeccionar y hacer mejor a una persona y, sabiendo esto, una de nuestras misiones es incentivar al aprendiz a conocer, descubrir y tener curiosidad por conocer aquello que le rodea. Saber escuchar, contrastar opiniones, hacer preguntas…serían algunas de las claves para llegar a este primer acercamiento. Desde luego que no todo se basa en esto, pero es de vital importancia.
Otro aspecto a tener en cuenta, sería el hecho de vivir. Y sí, parece algo muy sencillo y al mismo tiempo estúpido el pensar que para ser libre hay que vivir. No es simplemente realizar nuestras acciones cotidianas, llevar nuestras rutinas y ser un individuo más en la sociedad. Para aprender a vivir hay que enriquecerse de experiencias, pero también hay que llevar a la mente humana a sus propios límites, fallar en el camino, conocer todo tipo de ambientes, degustar incluso aquello a lo que le tenemos rechazo y, sobre todo, fracasar en el proceso y reflexionar para tener juicios de valor. En definitiva, guiar a la persona a conozca el mundo por sus propios medios.
El humano está constante proceso de educación y aprendizaje. Si el día de mañana quisiéramos que nuestra sociedad fuera la más rica del mundo, deberíamos de darle educación. Un país no es rico por tener un gran PIB, un gran volumen de petróleo o minerales…un país es rico cuando tiene educación, y nuestra labor como docentes no es simplemente impartir unas asignaturas, sino enseñar que el conocimiento es riqueza. Cuando un pueblo comprenda esto, será la sociedad más rica del mundo, mientras tanto, será pobre.
Carlos Ruiz Ruiz – Estudiante del Grado en Educación Primaria. 1.º B