La mejor pedagogía

Hace falta volver a lo antiguo sin perder de vista todo lo nuevo

Durante la pandemia, he aprendido la importancia del rostro en mi trabajo. El rostro del alumno, pero también su manera de conversar, la broma, el modo en que se agobia ante la perspectiva de un examen. Ahora uno echa en falta esas cosas que antes daba por seguras, que no valoraba lo suficiente, pero cruciales. Porque el aula es todo lo humano. No solo hace falta invertir en nuevas tecnologías y poner en práctica las metodologías más actuales. Hace falta volver a lo antiguo sin perder de vista todo lo nuevo. Me refiero esos minutos perdidos en el pasillo, saludando, la digresión en el momento de impartir la materia, el chiste que nadie ríe, la votación a mano alzada para acordar el día de una entrega.

Siempre recomiendo ver Ser y tener, el documental donde se filma el último año antes de jubilarse de Georges López, un profesor de la Francia rural, en la región de Auvergne. Es un hombre grave, pero el modo en que habla a sus alumnos rezuma ternura. Se preocupa por ellos y sus alumnos le corresponden.

El amor de Georges López por sus alumnos no es impostado. No se trata de una amabilidad edulcorada. Nada que ver con la cursilería, tan de moda en muchos profesores. Los alumnos se ponen en pie cuando él entra en clase, le hablan de usted, no se atreven a bromear si él está presente, pero lo quieren.

Es un profesor que no calcula su método, cuyo comportamiento no responde a una estrategia, pero al que sus alumnos le profesan un auténtico respeto, al que acuden cuando tienen dificultades y del que esperan siempre una orientación. Uno comprende, tras ver este documental, que el alumno aprende mucho más si es un rostro con un nombre y deja de ser parte de una masa equivalente, que se repite todos los años.

Si algo me ha enseñado esta pandemia es la falta que hace en las aulas todo lo humano

Insisto: si algo me ha enseñado esta pandemia es la falta que hace en las aulas todo lo humano. Hay que corregir las faltas de ortografía, pero también aliviar los daños que provoca la influencia de esta sociedad que asesina la atención continuada y ceba nuestro ego, volviéndonos incapaces del fracaso, por ejemplo. O que también atrofia la vida interior condenando a tanta gente a vivir en la animalidad, sin ser conscientes de lo que espera ser despertado dentro. Quizá el mejor maestro es el que sabe ser discípulo, y por eso lo más importante es que mis alumnos aprendan que yo no sé nada. Si uno vive discipularmente, todo tiene algo que enseñarnos, incluida una pandemia.       


Jesús Montiel López es escritor y profesor del Centro de Magisterio La Inmaculada. Licenciado en Filología Hispánica por la UGR, ha recibido múltiples reconocimientos y premios literarios como el Premio Nacional de Poesía Universidad Complutense por su libro Placer adámico, el Premio de Poesía Leopoldo de Luis por Díptico otoñal, el Premio internacional de Poesía Alegría por Insectario, y es autor de Memoria del pájaro con el que ganó el Premio de poesía Hiperión.

Fotografías de Ideal Granada, fotograma de la película Ser y tener, y Javier Viñayo Blanco.

Las mascarillas van al cole

Llegamos al colegio, nos ponemos las batas de seño, cogemos el gel hidroalcohólico y nos dirigimos a la puerta de entrada donde recogemos a nuestros alumnos. ¡Qué sensación más rara! Al entrar, tomamos la temperatura de cada uno de ellos y les echamos gel en las manos. Algunos, aún en el periodo de adaptación debido a este curso tan excepcional, entran con tal berrinche que dan más de 37ºC de temperatura. Entramos a clase y escuchamos… ¡Seño, toma mi mascarilla de Spiderman! o ¡Seño, yo no me quiero quitar la mascarilla hoy!

Este es nuestro primer año de prácticas pero también es el primer año en el cole para nuestros alumnos de 3 años que, a veces, nos sorprenden con la responsabilidad que muestran en muchas situaciones. A ninguno de ellos se les olvida lavarse l as manos antes de comer o echarse gel hidroalcohólico cuando volvemos del recreo. Saben que no pueden compartir comida ni colores y, aún así, se lo siguen pasando genial en clase.

A pesar de la situación y de las barreras, el prácticum nos sigue dejando experiencias inolvidables y los niños aceptan las mascarillas con normalidad.

Las ventanas están abiertas durante toda la mañana, por lo que nos vemos obligadas a llevar chaquetas y bufandas en clase

De todas formas, en clase intentamos tener todas las medidas de seguridad necesarias para poder estar todos los días en un lugar seguro. Las maestras no nos quitamos las mascarillas en ningún momento y hacemos turnos para salir a desayunar al patio o al pasillo mientras que nuestros alumnos se relajan tras haber desayunado. Por otro lado, en el aula tenemos bandejas llenas de ceras de colores que hemos tenido que limpiar y desinfectar para poder ponerlas en tuppers individuales con el nombre de cada alumno con la idea de no mezclar ninguna de ellas. Además, tenemos las ventanas abiertas durante toda la mañana, por lo que nos vemos obligadas a llevar chaquetas y bufandas en clase.

«A ninguno de ellos se les olvida lavarse las manos antes de comer o echarse gel hidroalcohólico cuando volvemos del recreo»

Aún así, nos sentimos muy afortunadas de poder estar haciendo las prácticas en una época difícil en la que hemos tenido que dejar de hacer muchas cosas para priorizar la salud de todos, pero que al mismo tiempo nos ha servido para aprender de estos niños tan pequeños su capacidad de adaptación a situaciones difíciles con total naturalidad y optimismo.


Laura Sorga Diáñez es estudiante de 3º del Grado en Educación Infantil.


Imágenes de Laura Sorga Diáñez y Freepik.