La guerra justa

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Este artículo, publicado el 23 de noviembre de 2015 en el diario Ideal, se incluye en Los dedos de Miguel Ángel, obra que recoge 45 artículos periodísticos que Francisco Lorca Arco, profesor del Área de Teología, ha publicado a lo largo de los últimos años en este periódico en torno a temas como la filosofía, la ciencia, la historia y la sociedad y en los que ha trabajado junto a sus alumnos en el marco de su actividad docente con el objetivo de hacer presente la fe en el complejo debate público actual.

Después de los terribles y execrables atentados yihadistas en París, que han sembrado el miedo y la inseguridad no solo entre los franceses sino en todo el mundo occidental, los líderes políticos han afirmado repetidamente que nos encontramos en estado de guerra contra el terrorismo islámico. Los posteriores ataques y bombardeos de Francia y sus aliados sobre los territorios islamistas en Siria han sacado a la palestra el antiguo debate sobre la guerra justa. Mientras unos piensan que se ha de intervenir cuanto antes y con contundencia contra esa irracionalidad que amenaza nuestra forma de vida, nuestras libertades y logros democráticos, otros se preguntan por la moralidad y eficacia de tales decisiones, pensando en los daños colaterales que podría sufrir la población civil e inocente.

En temas tan complejos toda reflexión serena y racional será siempre de agradecer para iluminar conciencias y ayudar al discernimiento, tanto de los ciudadanos como de los políticos, en la defensa de la civilización frente a la barbarie. La aportación cristiana está en esta línea, y en estos casos lo mejor es acudir en primer lugar a las fuentes principales, aunque después se profundice con los muchos comentarios que, desde Francisco de Vitoria y la escuela de Salamanca en el siglo XVI, se han publicado sobre el tema. Al tratar sobre el quinto mandamiento (“No matarás”), El Catecismo de la Iglesia Católica (nº 2302 – 2317) de 1992, y su Compendio (nº 480 – 486) de 2005, abordan esta peliaguda cuestión tratando de aportar luz a los creyentes y a todos los que, sin prejuicios y con apertura de miras, quieran enriquecerse con sus reflexiones. Significativamente el título de este apartado del Catecismo es La defensa de la paz, poniendo como principal referente a Jesús, “príncipe de la paz” (Is 9,5), que rechazando el odio y la violencia proclama “bienaventurados los que construyen la paz” (Mt 5,9). La paz es fruto de la justicia, el orden y la caridad, y requiere la justa distribución de los bienes, el respeto a la dignidad de las personas y los pueblos, y la práctica de la fraternidad.

No se puede negar el derecho a la legítima defensa

A veces, sin embargo, agotados todos los medios de acuerdo pacífico, existe el riesgo de guerra y no se puede negar el derecho a la legítima defensa. Pero la gravedad de semejante decisión ha de someter la autodefensa mediante la fuerza militar a condiciones rigurosas de moralidad:

  1. Certeza de que el daño causado por el agresor es grave y duradero.
  2. La ineficacia de toda alternativa pacífica.
  3. Fundadas posibilidades de éxito en la acción defensiva.
  4. Y que el empleo de la armas no entrañe males y desordenes más
    graves que el mal que se pretende eliminar.
Estatua de Francisco de Vitoria frente a la Iglesia de San Esteban en Salamanca

La apreciación de estas condiciones de moralidad pertenece al juicio prudente de quienes ostentan la legítima autoridad y están a cargo de preservar el bien común. A ellos también corresponde el derecho de imponer a los ciudadanos la obligación de la defensa nacional, salvando siempre el derecho personal a la objeción de conciencia.

Por otra parte, “las acciones deliberadamente contrarias a los derechos humanos, como también las disposiciones que las ordenan, son crímenes que la obediencia ciega no basta para excusar. Se deben condenar las agresiones injustas, las destrucciones masivas, así como el exterminio de un pueblo o de una minoría étnica, y hay obligación moral de oponerse a la voluntad de quienes los ordena” (Compendio, 485).

Imagine de Lennon no se corresponde con la crudeza de la vida real

Cualquiera de nosotros percibe, aunque no se esté de acuerdo en todo lo que dice, la belleza del mundo que John Lennon describe en Imagine, pero también sabemos que se trata de algo utópico que lamentablemente no se corresponde con la crudeza de la vida real. Lo más importante es hacer todo lo posible para evitar la guerra, siendo conscientes de los males e injusticias que ella misma provoca. Suprimir las injusticias sociales y económicas, luchar contra las discriminaciones étnicas y religiosas, regular el comercio de armas, y no fomentar el odio y la venganza, será siempre el mejor camino para no caer en la tragedia de los conflictos armados y construir una paz estable y duradera entre todos los pueblos, culturas y religiones.

Francisco-Lorca-Arco

Francisco Lorca Arco es profesor de la DECA y autor de varios libros sobre ciencia, filosofía e historia. Es párroco de la iglesia de San Andrés de Granada.

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