La docencia es la única profesión que crea a todas las otras profesiones

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Tras dieciséis años trabajando como maestra, puedo decir que me hace feliz poner mi granito de arena en cada una de las personitas que pasan por mis manos

Allá por los años ochenta, yo era una niña que jugaba a imitar a mi seño de la guardería, así se llamaba lo que ahora conocemos por Escuela Infantil. Mi seño de aquel entonces, se dedicaba a cuidar de nosotros, nos ponía música, bailábamos y sobre todo jugábamos con la plastilina. Su función era cuidar de nosotros mientras duraba la jornada lectiva. La educación obligatoria empezaba en primaria y, con suerte entrabas al colegio con cinco años siempre que la familia estuviese de acuerdo. Yo tuve suerte, tenía dos hermanos mayores que eran mi modelo a seguir así que, como yo era curiosa, entré al colegio sabiendo leer.

Evolución de la educación de 0 a 6 años

Las guarderías fueron convirtiéndose en escuelas infantiles, las cuales ya no guardan niños, su función es estimularlos y permitirles un desarrollo físico, afectivo, emocional y social.

Poco a poco y, gracias a la incorporación de la mujer al mundo laboral, las guarderías fueron convirtiéndose en escuelas infantiles, las cuales ya no guardan niños, su función es estimularlos y permitirles un desarrollo físico, afectivo, emocional y social. Este cambio en la sociedad ha repercutido también en los docentes que nos tenemos que adaptar al nuevo alumnado que se incorpora en la escuela.

Tras varias discusiones con mi madre porque quería que me dedicara a la abogacía, ya que estaba mejor visto que magisterio, conseguí matricularme en lo que me apasionaba. Ella no quería que la gente dijera aquello que se escuchaba a modo de risa “el que no sirve para estudiar, que se vaya a magisterio”.

Rondábamos el año dos mil y yo pensaba que los profesores nos enseñarían tal y como nosotros deberíamos enseñar a nuestros alumnos. No podía estar más lejos de la realidad. La universidad era fría, con clases magistrales, como las vividas en la escuela o el instituto y donde los alumnos éramos un componente pasivo que toma apuntes y estudia la teoría de memoria para luego soltarla en el examen y aprobar. Es cierto que no todos los profesores eran iguales, pero sí la gran mayoría.

Cuando comencé a trabajar, unos tres años después de terminar la carrera universitaria, la mayoría de las referencias metodológicas que llevaba en mi mochila eran las clases magistrales, donde el docente hablaba y el alumno ejecutaba. Eso sí, como nunca he dejado de leer sobre mi profesión, de investigar y de intentar que mis alumnos fuesen los mejores en cualquiera de los aspectos de la vida (supongo que como la mayoría de mis compañeros o al menos, aquellos que están aquí por vocación) he tenido la suerte de probar distintas metodologías donde el protagonista del aprendizaje es el niño, el docente es un mero intermediario que guía al alumnado pero no interfiere en sus intereses y se respeta el ritmo de aprendizaje de cada uno de ellos.

Aún hay personas que piensan que en Magisterio se enseña a jugar con plastilina o a pintar sin salirse de los bordes, ¡pobres ignorantes!…tras dieciséis años trabajando como maestra, puedo decir muy orgullosa que me hace feliz poner mi granito de arena en cada una de las personitas que pasan por mis manos y, sobre todo, me quedo con los aprendizajes que ellos me ofrecen cada día.

La docencia es la única profesión que forma a futuros profesionales. ¿Se puede tener más suerte?

Amabel Adarve Anguita. Maestra de Educación Infantil en el Colegio Cerrillo de Maracena (Granada)-

Foto de Mafalda de la tira cómica de Quino.

Este artículo se incluyó en el n.º 8 de la revista universitaria Educar es Amar, publicada el 30 de junio de 2022.

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