Navidad para adultos

Cada año comienza antes la decoración navideña y los anuncios de productos comerciales que, como en la nueva importación americana del `Black Friday´, tratan de seducirnos para empezar a consumir con bastante antelación a la Navidad. Zygmunt Bauman, que define a la sociedad actual como `líquida´, afirma que para muchos “todas las ideas de felicidad siempre acaban en una tienda”. Quizá por eso George Steiner piensa que vivimos en una cultura decadente y ridícula. Es inevitable recordar aquella anécdota en la que alguien al contemplar unos grandes almacenes, y sorprendido por tantos artículos, se decía: “Cuantas cosas que no necesito para vivir, ni para ser feliz”.

No sorprende, pues, que celebrar la Natividad del Señor sea necedad para unos y locura para otros, ya que en un niño pobre y desvalido reconocemos con gozo y agradecimiento al Dios-hombre.

La formación bíblica de una gran parte de los cristianos deja mucho que desear, y puesto que la Sagrada Escritura, junto con la Liturgia y la Caridad, es uno de los tres pilares de la Iglesia, deberíamos hacer caso al Papa Francisco cuando afirma en su última Carta Apostólica: “Deseo vivamente que la Palabra de Dios se celebre, se conozca y se difunda cada vez más” (Misericordia et misera, 7). Prueba de todo esto, ahora que llega la Navidad, es la interpretación que solemos hacer de los `Relatos de la Infancia de Jesús´ narrados en los capítulos 1 y 2 de san Mateo y san Lucas, y que leemos en estos días.

No se trata de ser expertos en la Biblia, ni en unos textos que aparentemente pueden parecer ingenuos, contradictorios e incluso narraciones para niños, sino de conocer el mensaje teológico y espiritual que encierran y no quedarnos en algunos aspectos anecdóticos, que son entrañables, pero que carecen de profundidad religiosa. Lo primero a destacar es que esos relatos son como un evangelio en miniatura, es decir, que el evangelista anticipa en sus primeros capítulos los principales temas teológicos que después desarrollará al relatar la vida adulta y pública de Jesús.

«Todas las ideas de felicidad siempre acaban en una tienda»

Zygmunt Bauman

Los aspectos más destacados del mensaje que encierran esos textos (el fondo), narrados con unos géneros literarios (la forma) que han emocionado a creyentes de todos los tiempos, como lo siguen haciendo a los cristianos del siglo XXI, serían los siguientes: en Jesús se cumplen las promesas de los profetas, y culmina el Antiguo Testamento; él es el Mesías anunciado descendiente de David, y el Hijo amado de Dios; es el nuevo Moisés que también desde Egipto libera plenamente a su pueblo, y el nuevo Salomón al que adoran todas las naciones representadas en unos sabios de Oriente; Jesús es el Salvador de todos los hombres, de todos los pueblos, y la luz del mundo que rompe las tinieblas como la estrella de Belén; desde pequeño encuentra rechazo y persecución en los poderosos como Herodes, y acogida en los humildes y sencillos como los pastores; Juan Bautista es el precursor y un gran profeta, pero Jesús es el Mesías definitivo y escatológico; la figura de María, la llena de gracia, tiene un papel especial en el plan de Dios como madre de Jesús; éste vive su humanidad en una familia, junto a José y María, y crece física, intelectual y espiritualmente delante de Dios y de los hombres.

Los evangelistas tienen una intención teológica más que histórica, aunque ésta también esté presente, por lo que quedarnos en detalles meramente biográficos o aspectos folklóricos nos privará de acceder al verdadero sentido de los textos, y a sólo sobrevolar unos relatos que encierran una gran riqueza bíblica y simbólica relacionada con lo que se anuncia en el Antiguo Testamento y que llega a su culmen en el Nuevo con Jesús de Nazaret como la revelación plena de Dios.

“Deseo vivamente que la Palabra de Dios se celebre, se conozca y se difunda cada vez más” (Misericordia et misera, 7).

Pero la Navidad no es cosa de niños, sino una celebración para adultos en la fe, por lo que festejarla no tiene que ver principalmente con unas fechas infantiles o familiares por importantes que también sean esos aspectos. Se trata nada menos de que Dios mismo, por medio de Jesús, ha decidido hacerse uno de nosotros, compartir nuestra vida, nuestra historia, para descubrirnos quién es Él y quienes somos nosotros, para regalarnos su amor incondicional e invitarnos a descubrir la felicidad y el verdadero sentido de la vida.

Hoy se asocian las navidades con unas fiestas de invierno, la familia, el consumo o los más pequeños de la casa, prescindiendo de su dimensión religiosa.

“Credo quia absurdum” (Creo porque es absurdo) decía Tertuliano, que no se ha de interpretar como que la fe está al margen de la razón, pero sí como que algo tan increíble y asombroso sólo puede ser verdad. Por eso la sabiduría popular siempre ha llamado a las figuras centrales del belén `el Misterio´. No sorprende, pues, que celebrar la Natividad del Señor sea necedad para unos y locura para otros, ya que en un niño pobre y desvalido reconocemos con gozo y agradecimiento al Dios-hombre que, desde la humildad y el amor, reina sobre el universo para siempre y es el alfa y la omega de todo lo que existe.

Francisco Lorca Arco es profesor de la DECA, columnista del Ideal de Granada y autor de varios libros sobre ciencia, filosofía e historia. Es párroco de la iglesia de San Andrés de Granada.

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Imágenes de Patxi Velasco Fano y Alberto Natale

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